Ikari-jinja 碇神社
El delta de una isla
Empotrado entre dos edificios, este verde callejón invita a escapar el ajetreo urbano. Al final del camino se encuentra el discreto Ikari jinja, el cual ha mantenido durante setecientos años la memoria de una ciudad con una historia fuera de lo común.
Los marineros que se acercaban al delta de Hiroshima tenían la costumbre de anclar en una amplia barrera de arena para evitar las rocas y otros obstáculos. Por eso decidieron erigir aquí un santuario dedicado a Owatatsumi, el dios dragón que rige los mares, y le asignaron el nombre de Ikari jinja- Ikari que significa "ancla" en japonés. Incluso hoy en día, una columna dentro del templo muestra exactamente el lugar donde los barcos anclaban antes de que el sitio fuera construido al final del período Edo (1603-1868).
La bomba atómica no perdonó los edificios, pero estos fueron reconstruidos en 1952. Sorprendentemente dos komainu, los leones de piedra y musgo, sobrevivieron y han vigilado la entrada desde principios del siglo XIX. Pero las verdaderas reliquias del lugar son el cerezo y el tabú (árbol parecido a la magnolia), que sobrevivieron a la explosión nuclear y aún continúan creciendo, imperturbables, en medio de lámparas de papel. Estas lámparas se multiplican para iluminar el santuario alrededor del 20 de octubre, el día del festival del santuario.
El festival también gira en torno a las representaciones de Kagura, un rito sintoísta que entremezcla la danza, la música y el teatro. Y es así como el Ikari continua a flote en el mar de la vida, sin jamás hundirse.