Bunraku 文楽
El acto y el gesto
Olvídate de las marionetas y de que no entiendes los diálogos. Déjate seducir por el teatro Bunraku.
El hombre mira la marioneta y sólo se concentra en ella. Cuando la sala se vuelve completamente oscura y las figuras vestidas de negro se desplazan en la oscuridad, el titiritero, aquel cuyo rostro está "descubierto, suave, claro, impasible, frío como una cebolla blanca que acaba de ser lavada" (Roland Barthes, El imperio de los signos, citando Basho Matsuo) genera danza y vida.
La emoción sublime
En el siglo XVII, nació el ningyo joruri, literalmente "arte narrativo con muñecos". Durante la era de Genroku (1688-1703), dos hombres le dieron vida a la forma de arte que todavía está viva hoy. Uno fue el músico y cantante Gidayu Takemoto (1651-1714), quien enriqueció el estilo de recitación hasta el punto de darle su nombre, el gidayu. El otro es el igualmente famoso dramaturgo y director Monzaemon Chikamatsu (1653-1724), quien le dio una dimensión psicológica a los personajes y una profundidad narrativa a las historias y que creó su propio género, el sewamono.
Un arte salvado
Fue durante la era Meiji (1868-1912) que el bunraku, que hasta entonces había sido el lugar de presentaciones de ningyo joruri, le da nombre al arte propiamente dicho gracias a Bunrakuken Uemura, que en 1872 establece un teatro en Osaka, el Bunrakuza. Pero en el siglo XX, el bunraku pareciera tener un futuro incierto hasta que en 1955, el Estado reconoce que el arte está en peligro y lo promulga importante patrimonio cultural. En 1963 se crea un Conservatorio Nacional dedicado al arte y en 1984 se abre el Teatro Nacional de Bunraku en Osaka. En 2003, la Unesco lo nombra patrimonio inmaterial de la humanidad.
"Un espectáculo total pero dividido," Roland Barthes en El imperio de los signos
Tres titiriteros operan en una especie de pasadizo. El maestro, con su rostro visible, controla la cabeza y el brazo derecho, y uno de sus asistentes, cubierto de negro de pies a cabeza, se encarga de la mano izquierda, mientras que el segundo asistente, a menudo en el suelo, mueve los pies y se encarga de los zapatos. Los muñecos miden alrededor de dos tercios del cuerpo humano. Los personajes secundarios, con mecanismos menos complejos, pueden ser manejados por un solo titiritero.
A un lado del escenario se ubica un músico que se encarga de tocar las notas adecuadas para crear las diferentes emociones con el shamisen, un instrumento de tres cuerdas. También hay otro intérprete que grita, susurra, canta...le da vida a las palabras.
Distancia
Con el bunraku no se busca que el espectador experimente catarsis, autocompasión, ni identificación. El hermetismo de las técnicas mantiene a los espectadores suficientemente alejados para que ellos puedan tener la experiencia sin la inclinación natural a identificarse con los personajes.
Detrás del escenario, las marionetas son cuidadosamente peinadas y vestidas. Estas actividades tienen sus propios méritos artísticos pues los colores y los materiales del vestuario varían según la época ,el sexo del personaje, o su clase social.
La marioneta cobra vida humana y el humano se vuelve marioneta ya que con sus movimientos suaves y precisos este produce una perfección casi mecánica.
Poder ver estos renombrados artistas que son "Tesoros Nacionales Vivientes" es realmente una experiencia inolvidable