El Castillo de Edo, el corazón de Tokio 江戸城
En el palacio de los shoguns
La actual ciudad de Tokio está construida alrededor de un eje central: el antiguo castillo. Este centro no es más que una cáscara vacía que sigue guardando algunos recuerdos de su esplendor.
Un castillo y una ciudad
Tokugawa Ieyasu, el primer shogun Edo, desde 1593 ordenó la construcción de un enorme castillo en su nueva capital Edo. Este fue terminado en 1636. Con un perímetro de 16 kilómetros, este era el castillo más grande del mundo. Su plano complejo se divide en diferentes secciones separadas por largas varas de varias decenas de kilómetros. Movimientos de terreno que implicaron el trabajo de 300.000 hombres permitieron abrir un foso y y que la ciudad de Edo le ganara terreno al mar. La ciudad está bien construida gracias a esta fortaleza y muchos barrios todavía tienen nombres que evocan puertas y explanadas del castillo.
Las diferentes secciones del castillo fueron reutilizadas en épocas posteriores. En 1888, el área de Nishinomaru se convirtió en el palacio imperial, mientras que el Kitanomaru ahora alberga la gran sala del Budokan. El Marunouchi se convirtió en el vecindario de la estación de Tokio y un centro de negocios.
El palacio del Shogun
El corazón del castillo que consiste en el sannomaru (3ª recinto), el ninomaru (segundo recinto) y el honmaru (el palacio del shogun) es ahora un parque público. En el pasado este estuvo dominado por un enorme rascacielos de 51 metros, el más alto en ese entonces, que fue destruido en un incendio en 1657 y del cual hoy día existen sólo las bases de piedra. Las paredes de la fosa con sus 22 metros de altura dan una idea de las enormes dimensiones del lugar.
El palacio en sí, ahora una explanada verde, estaba formado por el Ôomote (palacio oficial), el Nakaoku (palacio intermedio) y el Ooku (palacio privado donde el shogun vivía con su harem). En 1873 el palacio fue destruido por un incendio y nunca fue ocupado por los emperadores.
Hoy en día sólo sobrevivieron al fuego unos pocos edificios de la extraordinaria estructura original: puestos de vigilancia, cuarteles de soldados y torres de defensa. Lo más interesante y mejor conservado es probablemente el Fujimi Yagura, una torre desde la cual - según dicen - se podía ver el Monte Fuji en un día claro. Hoy día, lo que más llama la atención son las ruinas de piedra y sus enormes bloques. En la actualidad el parque está plantado con árboles de cerezo y en primavera es una vista encantadora, especialmente alrededor del Budokan.
De un palacio a otro
Hoy en día, el Palacio Imperial está cerrado al público y sólo se pueden ver sus puentes: el Seimon Ishibashi y el Seimon tetsubashi y el extenso parque de pinos, árbol emblemático del poder.
Sería una pena visitar los restos del castillo sin hacer un poco de investigación de antemano. El lugar mantiene la memoria de las mejores horas del shogunato, incluyendo el famoso episodio de los 47 Ronin de Ako o las turbulencias del final de la era Edo. El palacio condensa mucho de la historia de Tokio.
Recientemente se formó un grupo para proponer la reconstrucción de la mazmorra de Edo y devolverle a la ciudad un emblema de su pasado y un punto de referencia. ¿Qué te parece?