Koyo, viajar en otoño por Japón 紅葉
Koyo, el alter-ego del hanami en otoño
La belleza de los colores de los árboles en otoño es efímera, y los japoneses la han convertido en una celebración de la contemplación del paso del tiempo: momijigari, la caza de kōyō, las hojas escarlata. ¡Una de las estaciones más bonitas para viajar por Japón y admirar sus bellezas bajo una luz roja anaranjada!
Koyo, los colores del otoño
El fenómeno es natural: con las temperaturas otoñales y el acortamiento de los días, la clorofila presente en las hojas de los árboles se seca, y su color pasa del verde al rojo y al naranja antes de que estas hojas acaben cayendo.
Este fenómeno natural, llamado kōyō (literalmente "hoja roja" en japonés), ha dado a Japón una sensación muy especial, un momento de contemplación que remite tanto a la espiritualidad budista (porque el enrojecimiento de las hojas recuerda que la vida es efímera) como a las creencias sintoístas (la naturaleza está habitada por fuerzas divinas que se manifiestan ante los humanos).
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Fue a partir del periodo Heian (794-1185, marcado por la designación de Kioto como capital imperial) cuando la aristocracia japonesa adoptó el kōyō. La contemplación de los colores otoñales se convirtió entonces en una actividad de ocio popular, e incluso en una búsqueda: el término momijigari, literalmente "la caza de las hojas rojas", se acuñó para designar esta época del año, tan popular entre los estetas, que organizaban excursiones al bosque en busca del famoso follaje, complementadas por picnics con los bocados de moda y recitación de poemas.
La importancia del koyo en Japón
El momijigari existe desde hace siglos, y hoy es un momento esperado por muchos japoneses, que se mantienen atentos a los programas meteorológicos que indican el mejor momento para contemplar las hojas de otoño, según la región. La temporada de kōyō comienza en la isla de Hokkaido (Sapporo) a mediados de septiembre, y desciende progresivamente hacia el sur del archipiélago, para terminar en la isla de Kyushu (Fukuoka, Kagoshima) en diciembre. En Kantō y Kansai, la temporada alta del kōyō suele producirse desde finales de octubre hasta finales de noviembre, aunque varía de un año a otro.
Como motivo bordado en un kimono, pintado en un biombo o en una pieza de laca, acompañando a la comida en un plato o dando forma a los pasteles: en otoño, las hojas rojas y doradas están por todas partes. Y los japoneses suelen tomarse unos días (o más), en familia o con amigos, para perpetuar esta "caza" de la belleza y lo efímero. Algunas zonas, como los templos y jardines de Kioto (Kōdai-ji, Chion-in, Arashiyama) y los alrededores de Tokio son especialmente populares. Pero muchos aficionados guardan celosamente sus libretas de direcciones... Sin embargo, el kōyō se puede apreciar en cualquier esquina, a la vista de un arce rojo en un simple jardín, por ejemplo.
En el calendario japonés, este colorido otoño es tan importante como la celebración del hanami de primavera, la contemplación de las flores sakura recién florecidas. Pero la estrella ya no es el cerezo en flor: es sobre todo el ginkgo y el arce. El primero (también símbolo de Tokio) tiene unas flamantes hojas amarillas, mientras que las del segundo pasan del amarillo al naranja y al rojo intenso. Pero los árboles con papeles secundarios también tienen su lugar: el serbal, el alerce, el haya y el abedul también contribuyen a la magia otoñal.
¿Dónde admirar el koyo en Japón?
En Kioto -que es una de las mejores ciudades para disfrutar del kōyō- la forma más fácil de disfrutar de los hermosos panoramas resplandecientes es visitar los templos y jardines.
Recomendamos especialmente Tofuku-ji con sus cientos de arces, Kiyomizu-dera y Kōdai-ji por sus sublimes iluminaciones otoñales. No se pierda una excursión a Arashiyama para disfrutar de las coloridas colinas mientras pasea por el río.
En Osaka, el castillo y su parque es una visita obligada.
En Tokio, los grandes parques Yoyogi y Shinjuku Gyoen son lugares excelentes. Los amantes del ginkgo dorado pueden explorar la avenida Ichō Namiki, situada cerca del estadio Meiji-Jingū y bordeada por cientos de árboles ginkgo biloba.
Nikkō, así como el monte Takao, son también lugares estupendos para admirar el kōyō en suntuosos escenarios naturales.
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